En términos generales, el tiempo de confinamiento, si bien ha sido doloroso, ha traído, también, beneficios, pues les ha permitido a los maestros autoformarse y fortalecer
la relación familiar. El hecho de permanecer juntos todo el tiempo permitió desarrollar otras maneras útiles para la vida en común.
Además, este momento ayudó a mirar a la otra persona de una manera diferente. Igualmente, fue una oportunidad para pensar aún más en los estudiantes y hacer esfuerzos mayores para garantizarles el derecho a la educación, teniendo en cuenta las medidas sanitarias de prevención. Esto nos motivó a recurrir a la radio como un
medio para alfabetizar y formar, generador de conciencia y también nos ayudó a pasar el encierro de un modo más agradable. La mayoría de los programas comenzaron con
el objetivo de generar conciencia en la gente para que asumieran, en serio, las medidas preventivas. Luego, vimos y utilizamos sus potencialidades formativas, tanto para los alumnos como para los docentes, formación que debemos profundizar, dado que tenemos muchas carencias pedagógicas.
En nuestro país, debemos enfatizar mucho la importancia de la educación como medio para elevar la calidad de vida, pues son muchos los alumnos –y sobre todo alumnas– que no van a la escuela. Esto supone un trabajo sistemático con las familias para convencerles de la importancia de la educación. Junto a garantizar a todos y todas el derecho a la educación, y para avanzar en su calidad, tenemos el reto de mejorar la infraestructura, pues nuestras escuelas son muy pobres… no tienen, ni siquiera, bancos.
Debemos, también, orientar la educación a capacitarlos para el trabajo y la productividad para que puedan mejorar sus vidas y salir de la pobreza extrema.
El director nacional de Fe y Alegría Congo, P. Alfred Kiteso, S. J., insiste en que la Federación debe motorizar una campaña vigorosa a nivel mundial sobre la necesidad de
garantizar a todos y todas educación, como base para un desarrollo humano sustentable que combata la miseria, pues algunos países africanos están acostumbrados a
convivir con diversas pandemias, ahora de la COVID-19, pero, también, de la malaria y ébola, entre otras.