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La religiosa que enfrentó las balas con sabiduría

Autora | Graciela Portillo

Fotografías | Jimmy Villalta

La trama de este relato transcurre en la Zona 10 del barrio José Félix Ribas de Petare. Allí, Ivonne González, una mujer religiosa, trabaja para que los niños, niñas y adolescentes puedan estudiar en un oasis de paz y de esperanza. Es la historia ganadora de la mención Responsabilidad Social Empresarial de la 8va edición del Premio Lo Mejor de Nos.

 

Era una noche álgida de marzo de 2023 en la Zona 10 del barrio José Félix Ribas, de Petare, la extensa barriada del este de Caracas. Dos bandas se enfrentaban a tiros. Ivonne González, una monja que dirige la Escuela Fe y Alegría Jesús Maestro, dormía en una habitación dentro de la misma escuela. Una bala astilló la ventana de su cuarto. El proyectil rozó muy cerca de su cabeza.

 

Tras el incidente, Ivonne contactó a la madre superiora de la Congregación Discípulas de Jesús para manifestarle su preocupación. Una de ellas, Marisela, se negaba a abandonar la escuela, argumentando que debían compartir las mismas calamidades que los habitantes del barrio, quienes no tenían a dónde ir.

 

Al conocer los detalles de lo que ocurría, la directiva de Fe y Alegría fue contundente: “Las queremos vivas, no muertas. Salgan de ahí”. Las hermanas se trasladaron entonces a otra casa, llevando consigo a una vecina del barrio que, en medio de una crisis nerviosa, les pidió ayuda. Pero la escuela nunca estuvo sola: los obreros, también habitantes de la comunidad, se quedaron para cuidarla.

 

Volvieron. Ivonne y las demás hermanas regresaron 15 días después. “Los papás venían, los niños venían aterrados, venían preocupados. Yo tenía que salir corriendo cuando escuchábamos tiroteos para resguardar a los niños. Nerviosos y llorando”, recuerda Ivonne. Muchos de esos niños y niñas pertenecían a familias que tuvieron que huir porque estaban amenazadas al verse involucradas en el conflicto.

 

Y entonces surgió la idea: crear “Comportamiento Seguro”, un programa que buscaba proteger a niños, niñas y adolescentes durante las balaceras, enseñándoles qué hacer dentro de sus hogares ante los frecuentes tiroteos que se suscitaban en la zona.

 

“En esos días, pasábamos horas bajo el fuego cruzado, incluso de noche. No dormíamos y permanecíamos en los pasillos de nuestra casa, en el suelo”, relata Ivonne. Ella recuerda que establecieron un semáforo de seguridad: el color verde significaba que la zona estaba tranquila, y que los niños podían acercarse a la escuela; el amarillo, que había gente con armas en la zona; y el rojo, que era imposible abrir las puertas de la escuela.

 

En aquellos días de enfrentamiento, en medio del miedo y la angustia, la comunidad acudió a la hermana Ivonne: le pidieron que, a través del megáfono que tenía en la escuela, dirigiera oraciones por la paz. Las familias, a menudo atrapadas en medio del fuego cruzado, encontraban un respiro. El eco del megáfono, que alcanzaba varios kilómetros a la distancia, permitía que la comunidad se uniera a la plegaria guiada por Ivonne, implorando por la paz en el barrio.

 

 

En las instituciones educativas del barrio comenzaron a celebrarse asambleas en las que participaban distintos actores: familias afectadas, directivos de colegios de Fe y Alegría y representantes del gobierno nacional. La intención era que se diera un diálogo que permitiera construir un proceso de paz. Esto comenzó a causar malestar entre las bandas. El conflicto se mantenía y nadie entendía bien el motivo.

 

La tensión en Petare seguía escalando.

 

Entonces la escuela se convirtió en blanco de advertencias.

 

Una noche, una llamada despertó a Ivonne: era el vigilante de la escuela, para informarle que dos jóvenes esperaban fuera para hablar con ella. Al verlos, ella notó que ambos estaban armados y pertenecían a una de las bandas en conflicto.

 

“Por orden del líder, ustedes deben cerrar la escuela”, le dijeron.

 

Los jóvenes le pidieron perdón, y le explicaron que no querían hacerlo, pero debían seguir la orden del “líder”. Ese “líder” afirmaba que la escuela estaba siendo usada como “guarida” para los cuerpos de seguridad del Estado. Lo hizo a través de un mensaje que puso a circular en distintos chats de WhatsApp. Pronto, la información se viralizó. Y apenas la hermana se enteró, respondió de la misma manera: haciendo rodar un mensaje por esa red social, donde decía que el objetivo del colegio era educar, y convocó a una asamblea de padres. Nuevamente, se comunicó con la directiva de Fe y Alegría. Por seguridad, cerraron la escuela durante una semana. Esa fue una decisión muy difícil para Ivonne.

 

El día de la asamblea llegó. Miembros del Consejo Comunal se acercaron a Ivonne con una frase contundente: “Nosotros venimos aquí a apoyar al colegio”. Este respaldo fue una gran motivación para ella. Las advertencias a la escuela cesaron. El día de la reunión, miembros de la banda intentaban amedrentar en los alrededores del colegio. Al día siguiente, circuló un comunicado clandestino por WhatsApp, anunciando que todo volvía a la normalidad, y que José Félix Ribas era un “territorio pacífico”. La hermana desconoce el porqué de ese mensaje. Lo cataloga como un milagro.

 

 

Ya han transcurrido dos años. Aquellos tiempos de violencia exacerbada, de enfrentamientos diarios, han quedado atrás. La actitud determinante y consecuente de Ivonne ha permitido que la escuela mantenga sus puertas abiertas, ofreciendo a niños y niñas del barrio la oportunidad de soñar y aspirar a una vida diferente, alejada de la violencia.

 

Las maestras definen a Ivonne, su directora, como una mujer frontal. Aunque desenvolverse en un ambiente como Petare es complejo, las familias sienten confianza de acercarse a Ivonne para comentarle cualquier situación, sabiendo que encontrarán en ella apoyo y esperanza.

 

Ivonne, con 25 años de servicio en la Escuela Jesús Maestro de Fe y Alegría, reconoce que estar allí implica compartir las mismas dificultades del barrio.

 

“No hay relevo, no todas las hermanas se ofrecen a venir a Petare”, lamenta.

 

Con una vasta experiencia en el área pastoral, recuerda a un grupo de jóvenes en Valencia, estado Carabobo, a quienes acompañó en su camino hacia la vida sacerdotal y las congregaciones. De hecho, la Congregación la envió a Roma para estudiar pastoral vocacional y aprender italiano. Previamente, había obtenido su licenciatura en pedagogía religiosa, en el Instituto Religioso Santa Rosa de Lima.

 

Al regresar a Venezuela, cumplió su misión en San Cristóbal, estado Táchira, como coordinadora de pastoral del Colegio Juan XXIII. Luego, continuó su servicio pastoral en Barquisimeto, donde trabajó principalmente con maestros, promoviendo espacios de retiros espirituales.

 

Finalmente, la Congregación Discípulas de Jesús decidió enviarla a Petare para apoyar un proyecto de transformación social en Fe y Alegría. Como “Hija de obediencia”, Ivonne aceptó, a pesar de sus reservas iniciales. Durante años se había desempeñado como animadora vocacional, un rol en el que se sentía a gusto.

 

“Yo sentía que me habían cortado las alas”, confiesa. Nunca se había imaginado dedicándose a la educación, dada su trayectoria en el área pastoral. Aunque daba clases, su verdadera pasión era el trabajo de apostolado, y ayudar a los jóvenes a descubrir su vocación.

 

Fue así como llegó a Petare, sintiéndose exiliada en un terreno sin experiencia.

 

Ivonne ha enfrentado varios dilemas profundos en su vida. Entre ellos, el llamado a la obediencia que la llevó a Petare, un contexto adverso donde su vida podría estar en riesgo, y donde dejó su realización como animadora vocacional.

 

“Yo protesté a Dios porque me mandó para acá, después me ha ayudado a dar gracias”, asegura.

 

La decisión de permanecer o abandonar, después de vivir en carne propia las calamidades de la gente, ha sido un constante desafío. Lidia con realidades duras donde el mal pareciera prevalecer, y se enfrenta con carácter a grupos complejos.

 

“En esas experiencias que te he contado”, le decía al Señor, “si tú permites que estemos pasando por esta situación, allana los caminos para que al menos salgamos con vida de todo esto”.

 

Ella ha entrado en conflicto con Dios por situaciones injustas, sobre todo cuando involucran a niños y niñas víctimas de diferentes abusos. Su “pelea” con el Señor surge al ver que “llega tarde” a la vida de un inocente al que le han causado daño. “¿Cómo recuperar ese daño, cómo vendar ese corazón que está sufriendo las consecuencias?”, pregunta entristecida.

 

Para encontrar fortaleza, se refugia en libros como Las florecillas de San Francisco, en el Cántico de la Sabiduría —una oración para alcanzar la sabiduría—, y en los momentos en que ora con los niños y niñas de la escuela, que la reconfortan profundamente.

 

“Yo estoy convencida de que ser instrumento de Dios y lo que he logrado hacer aquí no es porque sea Ivonne González, sino porque Dios está dando toda esta obra, que es por el bien de 554 familias que están aquí apostando por esta institución. Entonces, sé que, aunque yo peleo con Dios, digo: Bueno, Señor, líbranos de esto”.

 

Lo que al principio significó un “corte de alas”, trabajar en Petare se convirtió para Ivonne en la oportunidad de estar con la gente más necesitada y vulnerable, de no ser indiferente a tantas realidades diarias. Ivonne cree firmemente que en cada persona reside la posibilidad de obrar desde el bien o el mal, teniendo la libertad de elegir lo constructivo, oportuno y bueno.

 

La hermana Ivonne a veces se va de vacaciones con su familia, y siempre regresa. “Ya no estoy protestando, al contrario, ya entiendo la misión”, asegura.

 

El fin de semana, lejos de ser un período de descanso, se convierte para la hermana Ivonne en una extensión de su misión. Los sábados los dedica a las tareas domésticas, preparando la casa y organizando su espacio personal. El domingo, desde las 6:00 de la mañana, sale a caminar para cuidar su salud y liberarse del estrés. Luego, regresa para preparar y compartir el almuerzo con las dos hermanas que la acompañan en casa.

 

Su labor no termina ahí. A menudo, va a la Iglesia Manzanares de la parroquia Santa María Madre de Dios, y a la Parroquia La Transfiguración del Señor, con el objetivo de conseguir padrinos para sus estudiantes que no pueden costear la mensualidad. Allí, su amigo el padre Pepe cuenta las necesidades de la escuela. Son muchos los feligreses que se le han acercado dispuestos a ayudar.

 

 

Antes de visitar las parroquias, como parte de un proyecto llamado La Escuela Necesaria, Ivonne solía recorrer los cerros de Petare junto a las demás maestras de la escuela. Cada mañana, salían a “patear el barrio” para ver de cerca el entorno en el que se desenvuelven sus estudiantes. “Meternos por zonas que nunca me había metido, averiguar cómo vivían los niños, cómo estaban hacinados, lo que tienen que hacer para llegar a la escuela”. Al conocer la realidad de cada niño o niña, las maestras podían generar condiciones en la escuela que quizá no tenían en sus hogares.

 

“Vaya, que ya le preparamos un refresco, una tortica, mi mamá hizo una tortica”, decían los alumnos a las maestras.

 

Las maestras asistían uniformadas, pues el logo de Fe y Alegría era un escudo protector. “Son las maestras, déjalas pasar”, decía la gente.

 

Actualmente, la escuela cuenta con un laboratorio de computación con 32 equipos y un área de robótica. Es un verdadero oasis para quienes están allí, un contraste vital entre la violencia y la paz. Ofrece la oportunidad de una vida diferente. Ivonne junto al personal y las dos hermanas de la Congregación que la acompañan han logrado generar un espacio seguro y de esperanza para las futuras generaciones.

 

Cada mañana Ivonne ora por sus hermanas, algunas delicadas de salud y una a punto de partir a España. Sabe que hay pocas religiosas que puedan asumir la misión en Petare, pero trata de no pensar en eso. Y continúa con la misión que la mantiene allí.

 

28 de octubre de 2025

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