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575 mil hectáreas de Infierno: El Tapón de Darién

«Volver a Chile o Haití son infiernos para mí. Prefiero morir en el camino». (Pierre Cenatus, migrante haitiano a punto de entrar al Tapón del Darién).

575 MIL HECTÁREAS DE INFIERNO: EL TAPÓN DEL DARIÉN

 

Esta breve expresión tomada de un artículo de la BBC Mundo, describe la cruda realidad de la migración invisible desde el sur del continente. Hace más o menos un año en una reunión sobre escenarios migratorios la mayoría de previsiones se concentraban en el mal llamado «Triángulo Norte» (El Salvador, Honduras y Guatemala). La migración hacia el sur y desde el sur de Centroamérica no era ( y no es algo que fuera relevante) lo digo sin ningún tipo de divisionismo, es comprensible, las realidades golpean y se debe responder allí.
Los fríos números indican que la migración desde el norte del istmo es de por sí abrumante. Si embargo, ya en octubre y diciembre del año pasado desde Panamá señalé en esas reuniones que había que ver esa realidad con atención (la del sur). Hubiera querido equivocarme pero estos nueve meses del 2021 me dieron la razón. Cerca de 85 mil migrantes entraron por una selva de 575 mil hectáreas indómitas, 50 oficialmente han muerto, 4000 mil aún siguen en Panamá, 15 mil lograron llegar a la frontera sur con Estados Unidos, y oficialmente no sabemos nada de cerca de 60 mil restantes ¿Dónde están?
Hay otros 20 mil esperando entrar a Panamá desde Necoclí, Colombia. El gobierno panameño dice que ha gastado cerca de 20 millones en la atención de esta población, sin embargo de forma irónica la principal adversaria de los migrantes y la proponente de una propuesta de ley dura a nivel migratoria (la 075 de agosto del año pasado) Zulay Rodríguez denuncia irregularidades en las llamadas Estaciones de Recepción de Migrantes (ERM), coyotaje, extorsiones, malos tratos y pésimas condiciones. Sin embargo al final ella misma sentencia: «Se debe llevar a estos migrantes hasta la frontera o en Costa Rica y nos ahorramos esos 20 millones o los usamos en panameños que los necesiten».
Soy testigo y admito, hay funcionarios que están honestamente interesados en el tema migrante, sin embargo es cada vez más notorio la poca capacidad que hay estructuralmente para responder a esta realidad. La situación se torna más crítica si sumamos a los casi 700 mil migrantes estacionarios en el país, la mayor parte de ellos irregulares, ante ello tenemos una legislación draconiana, chauvinista y muy limitada y no vengamos con el «Panamá es crisol de razas», no, no lo somos, basta ver los índices de concentración de pobreza y vulnerabilidad para saber que, como decía Demetrio Herrera Sevillano «…el sol es aristocrático».

Los migrantes no lo hacen por turismo, huyen de realidades estructurales como lo señalan los jesuitas de México y Centroamérica: 1 ) La desigualdad de oportunidades para el desarrollo humano pleno asociada a un modelo económico; 2) La desilusión hacia los procesos democráticos existentes y que se asocia a un modelo de estado; 3) La deficiencia de los sistemas; 3) tributarios y de protección social; 4) La influencia del narcotráfico y el tráfico de armas, 5) La (in)seguridad, militarización y sistemática violación de los derechos humanos; 6) La vulnerabilidad frente a las amenazas inducidas por el cambio y la variabilidad climática, y 7) El horizonte individualista de la vida unido al universalismo que prioriza las categorías globales sobre las locales.

Matizadas son las mismas causas que obligan a miles de panameños del interior del país a migrar a la ciudad (nuestro norte), de hecho de cada 10 habitantes de la provincia de Panamá 6 vienen del interior, 3 son extranjeros y el otro es completamente originario de la capital. Así que pensemos bien cuando decimos que Panamá, no migra.

El Papa nos invita a luchar por un «nosotros cada vez más grande», todo cristiano debería sentirse responsable de esta realidad ineludible, porque somos hijas e hijos de una fe nacida en la migración. Una fe que fue irregular, ilegal, clandestina, subterránea, subversiva, comunidades que eran los «otros», los distintos, los peligrosos. Si no entendemos esto jamás podremos construir esta sociedad de todos y para todos no para unos cuantos. Urge entonces apostar por transformar las realidades y desde Mateo 25, 35 tener claridad de que «fue forastero y le recibimos…»

Los migrantes no lo hacen por turismo, huyen de realidades estructurales

Los migrantes no lo hacen por turismo, huyen de realidades estructurales.

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