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Tejiendo Amaneceres por las sendas de Amelia

«Ya nos guardas las huellas de mis pasos», escribiría Amelia Denis de Icaza, poeta y luchadora social por la soberanía panameña, una tarde de verano del año 1906. En ese año se inicia el proceso de consolidación de la zona del canal, que fragmentaba el territorio panameño en dos.

 

Este poema era la añoranza por la patria herida por los deseos de unos cuantos, el imponente cerro que en sus faldas acogió a la ciudad de Panamá, luego de ser destruida por los piratas, que dio a beber de su manantial del Rey o el Chorrillo, era entregado a los norteamericanos. Este cerro fue herido y de una majestuosa selva frondosa fue convertido en una cantera, taladraron en su corazón casi matando el manantial que de él brotaba. Muchos años después, aquellos niños y adolescentes caminaron por el sendero hasta la cima; para unos, un momento de recreación, para otros, un momento de encuentro con el pasado.

 

Y es que la historia es cíclica, porque Amelia también fue migrante, tuvo que salir de su patria porque a la clase dominante les incomodaba que una mujer usara las letras para denunciar el despojo que se estaba imponiendo. Amelia se fue a Nicaragua, donde se casó con uno de la familia Icaza y nunca pudo regresar a su país. Le despojaron de su nacionalidad, pero nunca de su amor por Panamá, escribe la historiadora Patricia Pizzurno en uno de sus artículos para rescatar su memoria.

 

Hoy, estos jóvenes y niños que se han visto obligados a dejar su país para iniciar aquí una nueva vida, han podido conectar con un poco de la esencia de Panamá, porque de eso se trata este programa educativo, una mejor sociedad se construye tejiendo hilos de fraternidad y hermandad. Amistades de un reforzamiento de verano que se van haciendo parte de la vida.

 

Es volver al origen como lo aprendimos en el recorrido en el Museo de Arte Contemporáneo, ser moldeables como el barro, ser esos lienzos de tierra fresca que da frutos en abundancia, solo basta recordar que somos polvo y al polvo volveremos. Ser un modelo de educación integrador, en movimiento porque así es la educación popular. No repetimos patrones, ni ideologías, sino que enseñamos a ser moldeables, a fluir con la libertad del espíritu, porque una educación que enseña a obedecer se encuentra muy fácilmente, pero una educación que transforme el espíritu y cree libertad de conciencia solo se consigue en muy pocos lugares.

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