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Un viaje por ríos y montañas hasta la Escuela Integración Alto Caura Fe y Alegría

Este relato, escrito por la docente Markis Martínez, describe un viaje lleno de riesgos y desafíos a través de los ríos Caura y Erebato del estado Bolívar para llegar a la Escuela Integración Alto Caura. La travesía, que dura 5 días, es un testimonio de la importancia de la educación en las zonas más remotas de Venezuela donde Fe y Alegría está presente.

Primera etapa: De Maripa hasta El Playón

 

La primera etapa del viaje inició a las 9:00 de la mañana en el sector Maripa, poblado reconocido por ser el más grande del municipio Cedeño del estado Bolívar.

 

El recorrido se realizó navegando por el río Caura y El Erebato en una curiara, que no es más que una embarcación donde pueden ir hasta 12 personas, incluyendo el equipaje. Se navega un día y medio por el río, por lo cual no fue sino hasta las 12:30 del mediodía del día siguiente que se llegó hasta el sector El Playón, donde finaliza el recorrido. Ambos ríos son muy caudalosos y durante el trayecto se encuentran diferentes saltos que lo convierten en un viaje bastante arriesgado. 

El Playón es un lugar que funciona como un gran puerto, donde se descarga todo el equipaje incluyendo el combustible, que fueron 7 pimpinas de 70 litros: la cantidad que necesitan las curiaras. Allí llegan los viajeros con distintos destinos: a las minas, a otras comunidades más lejanas e inclusive a Brasil.

Durante la travesía, pernotamos en las diferentes comunidades situadas en las riberas del río ya que todas tenían churuatas, que son viviendas comunitarias recubiertas con techos de palma, paredes de barro frisadas con cemento, donde los viajeros se pueden alojar.

De hecho, cuando se les pregunta a conocedores del lugar dónde se puede dormir, ellos responden: “Depende de qué tanto avancemos”. No se planifica dónde dormir hasta que cae la noche y se va oscureciendo en el río.

Segunda etapa: Cruzar el Salto Pará

 

Desde el sector El Playón continuó la ruta hasta el Salto Pará, la segunda catarata más grande del mundo y la más grande de América, con más de 5,5 kilómetros.

 

Este recorrido implicó una caminata montaña arriba por caminos empinados y de piedra que duró más de tres horas, con equipaje al hombro que incluían pimpinas de gasolina de 70 litros, motores fuera de borda, cajas de refrescos y neveras, entre otras cosas. 

 

Esto requirió de una gran resistencia física: para quienes realizan ese recorrido por primera vez o no tienen hábitos de hacer ejercicios con frecuencia, puede parecer una misión imposible.

Sin embargo, en la zona había un grupo de cargadores que ofrecen sus servicios, cobrando entre los 50 a 60 dólares o el equivalente a productos como comida, ropa o zapatos, para llevar el equipaje hasta el otro lado de la montaña donde se ubica la comunidad Kuyuví. Quienes se dedican a este trabajo son principalmente los indígenas de la etnia sanema. Así ganan el sustento para mantener a sus familias.

Tercera etapa: Del Salto Pará a la comunidad Kuyuví

 

Una vez que se atravesó la montaña y se bordeó el Salto Pará, se llegó a la comunidad Kuyuví o Las Pavas, como también es conocida, que se ubica en la cima de una montaña y que también funciona como un puerto: el lugar es propicio para dormir o descansar mientras se prepara el equipaje y se cambia de curiara, de una de metal por otra de madera que pesa menos. 

 

Una vez que se continuó el viaje desde Kuyuví navegando por el río Caura, aparecieron constantes raudales que complicaron la navegación en un viaje que por río tarda dos días completos, pero cuando el raudal es muy difícil, solo el motorista y algunos hombres lo cruzan en la embarcación. Los demás pasajeros deben atravesarlo por la montaña caminando.

 

Hay algunos saltos tan difíciles que la curiara no puede cruzar y las personas deben bajar y caminar unos 30 a 40 minutos por la montaña hasta cruzar el raudal para que la curiara pase el raudal no tan pesada.

Cuarta etapa: Recorrido del Kuyuví a Santa María del Erebato

 

Durante el recorrido que va desde la comunidad Kuyuví hasta Santa María del Erebato se encuentran algunas escuelas unitarias, en las cuales se dictan clases de primero a sexto grado en un solo salón con un solo profesor.

 

Los estudiantes son del pueblo sanema y el director es del pueblo yekuana. Asimismo, la primera escuela de Fe y Alegría de primaria se ubica en la comunidad de Sarasaraña. 

 

Cuando llegamos, se conversó con los miembros de la comunidad sobre la importancia y valoración que ellos le dan a la escuela y entregamos cuadernos de los niños.

 

Algunos niños que actualmente cursan entre el cuarto y quinto grado, nos mostraron sus cuadernos y nos percatamos que aún se encuentran en etapa de alfabetización. En esa escuela, Fe y Alegría atiende a 20 niños en total gracias a los docentes que, a pesar de contar solo con una instrucción académica de bachillerato, hacen un esfuerzo importante en educar desde sus capacidades y habilidades.

 

Otra de las comunidades encontradas en la ruta, donde Fe y Alegría también tiene una escuela, es Ayawaña. Allí estaba el maestro y los niños, pero vimos que la escuela, como es de palma, lamentablemente se había caído.

 

El maestro contó que reciben clases en una maloca comunitaria, que es similar a una churuata que solo tiene techo. 

 

En ambas escuelas visitadas hay carencia de planta física adecuada, de sillas, mesas y de insumos pedagógicos. Pese a ello, los maestros no desisten y continúan sembrando la esperanza entre los niños. 

 

Hay cinco escuelas de primaria que se nuclea con la Escuela Alto Erebato de Fe y Alegría, distribuida en cinco comunidades distintas, cuyo director, para llegar, debe navegar por los caños. 

Quinta etapa: ¡La llegada a la Escuela!

 

Al final del quinto día de viaje, por fin llegamos a nuestra Escuela Integración Alto Caura de Fe y Alegría. 

 

No sé si era la emoción de llegar y ver la fila de niños y profesores en lo alto del puerto saludando y aplaudiendo a los que llegábamos, o simplemente saber que por fin habíamos llegado a un lugar seguro, pero el sentimiento que afloraba era de alegría y gozo.

 

En lo más lejos de la geografía venezolana se podía palpar las palabras del padre José María Vélaz cuando dijo: “Fe y Alegría comienza dónde termina el asfalto”. 

Es cierto que en este caso no hay carretera de manera literal, pero llegamos a un punto del río Medio Erebato donde, 20 minutos más adelante, no hay más navegación a motor, solo canaletes, también conocidos como remos. Esto debido a los raudales que pondría en riesgo a las personas que decidan navegar a motor. 

 

Al terminar de llegar, nos encontramos con 13 niños y dos niñas junto a cinco maestros. En ese momento todos manifestaron la alegría de recibirnos.

¿Qué tenemos en el Alto Caura y Medio Erebato?

 

Hay cinco aulas integradas en cinco comunidades del pueblo sanema en educación primaria, con una matrícula de 20 niños por comunidad, además de otra escuela internado de educación básica ubicada entre las comunidades de Santa María de Erebato y Anadekeña, con una matrícula de 21 niños inscritos.

 

Ambas funcionan con muchas carencias y limitaciones tanto a nivel de infraestructura, como de lo más necesario: servicios de salud y alimentación.

 

La Escuela Integración Alto Caura de Fe y Alegría tampoco se escapa de la dura realidad. Está ubicada entre las comunidades de Santa María del Erebato y Anadekeña del sector Medio Erebato. Y estuvo cerrada tres años por la ausencia de personal que renunciaba para buscar medios de vida para subsistir, sobre todo durante la época de la pandemia. 

 

Además, la ausencia de personal y estudiantes en la escuela provocó que los amigos de lo ajeno se llevaran los instrumentos de cocina, las baterías de los paneles solares, entre otras cosas, lo que precipitó el deterioro en su infraestructura.

 

Por ejemplo, las áreas de habitaciones para las niñas están en riesgo de derrumbe, por lo que las habitaciones de los profesores han tenido que ser utilizadas para que duerma el personal de cocina y las dos niñas que forman parte de la matrícula de la escuela.

 

No obstante, pese a las carencias, la escuela estaba muy limpia y organizada. En la visita se evidenció que, pese a las dificultades y limitaciones, tanto los maestros como los estudiantes lucían convencidos que la escuela es importante y necesaria en el lugar.

 

Pese a esta situación, me atrevo a decir que en ambas escuelas vale la pena seguir soñando como decía el padre Vélaz. Y es allí, en esos lugares, donde el movimiento de educación de Fe y Alegría sigue comprometido por la población excluida.

 

Memorias del viaje realizado por la docente Markis Martínez en noviembre del 2023.

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