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Un sueño con nombre de escuela

Fe y Alegría es un movimiento internacional de educación popular que nació desde las comunidades y para las comunidades. Su misión es brindar una educación integral y de calidad, especialmente en zonas rurales y periféricas. Su visión es construir sociedades justas, solidarias y participativas, donde cada persona tenga la posibilidad de aprender, transformar su realidad y aportar al bien común.

Inspirada en la espiritualidad ignaciana, Fe y Alegría promueve la formación de sujetos críticos, solidarios y comprometidos con su entorno. Educar no es solo enseñar contenidos: es acompañar procesos, despertar vocaciones, cultivar conciencia y sembrar esperanza en tierra fértil. En cada aula, en cada comunidad, se busca que el saber transforme y que el corazón se implique.

Cuatro comunidades del Caribe nicaragüense celebran el nacimiento de un futuro esperanzador gracias a Fe y Alegría

En lo profundo de las montañas y los caminos de barro de las regiones del Caribe nicaragüense, donde la lluvia es parte del paisaje cotidiano y las distancias se miden en horas de caminata, la educación ha sido durante décadas un sueño profundamente anhelado por sus habitantes. De ahí, que en junio y julio de este año, ese anhelo tomó forma tangible: ladrillos, techos de zinc, concreto, letrinas y nuevos pupitres. Fe y Alegría inauguró cuatro escuelas primarias multigrados, hasta hace poco, carecían de las condiciones adecuadas para aprender y crecer.

Las comunidades de La Tigra y San Francisco en El Rama (RACCS), y Las Torres y Kurasma II en Waslala (RACCN) celebraron con alegría la apertura de sus nuevos centros educativos: la Escuela Georgino Andrade, la Escuela San Francisco, la Escuela Rayo de Luz y la Escuela Kurasma II. Esta inauguración no fue solo un acto simbólico, sino una conquista de una educación de calidad.

La alegría de un pueblo con escuela

En La Tigra, los niños y niñas, uniformados y sonrientes, se alinearon con nerviosismo y emoción frente al edificio recién construido. Sus rostros reflejaban el orgullo de ser protagonistas de una nueva historia. Detrás de ellos, madres, padres y líderes comunitarios se abrazaban con emoción. En el aire latía una certeza compartida: su esfuerzo, perseverancia y fe no fueron en vano.

Las escuelas, levantadas con la participación activa de las comunidades y el acompañamiento técnico y pedagógico de Fe y Alegría Nicaragua, son más que simples infraestructuras; son espacios de vida, sueños y posibilidades para el futuro.

Educar donde termina el asfalto

Fiel a su misión de estar “donde termina el asfalto y comienza la esperanza”, Fe y Alegría ha apostado por llevar educación integral a zonas rurales y de difícil acceso. Comunidades como La Tigra y Kurasma II, cuentan ahora con aulas seguras, limpias, bien ventiladas e iluminadas, donde los niños y niñas pueden aprender, jugar y soñar.

Las imágenes de la inauguración son testimonios vivos: niñas con botas sobre el barro, niños cantando el himno nacional con la mano sobre el pecho, docentes que recorren kilómetros para enseñar, y padres que ayudaron a transportar materiales para la construcción. Cada fotografía encierra una historia de trabajo comunitario.

Fe y Alegría: sembrando esperanza en tierra fértil

Desde su llegada a la Costa Caribe hace ocho años, Fe y Alegría ha asumido el reto de no solo construir escuelas, sino también de formar a los docentes, facilitar material didáctico, proveer de mobiliario y mejorar las infraestructuras educativas. La educación, entendida como un acto de amor, se convierte en una herramienta transformadora en contextos que desean construir un futuro mejor.

El modelo de Fe y Alegría implica formación docente, acompañamiento pedagógico, diálogo con padres y un arraigo comunitario. No se trata solo de enseñar contenidos, sino de cultivar sueños, identidad y compromiso.

Un regalo para el futuro

Las escuelas Georgino Andrade, San Francisco, Rayo de Luz y Kurasma II ya están en funcionamiento. En ellas, 67 niños y niñas comienzan a escribir una historia distinta, una que hasta hace poco parecía imposible. Una historia donde el aula se convierte en semilla de transformación.

Para los donantes, aliados y quienes creen en la educación, estas imágenes y testimonios son prueba concreta de que vale la pena sembrar esperanza donde más se necesita. Cada ladrillo colocado y cada pupitre armado tiene hoy un rostro, un nombre y un futuro.

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