16 marzo 2022
El siglo XX fue de profundos avances para la vida de las mujeres del mundo. Se inició con un potente movimiento mundial a favor del sufragio como un derecho para las mujeres y concluyó con cambios asumidos por la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, celebrada en septiembre de 1995, con una asistencia de 30.000 activistas. Las y los participantes se movían por un objetivo: colocar en la agenda mundial la igualdad de género y el empoderamiento de todas las mujeres, en todas partes. Representantes de 189 gobiernos, acordaron 12 áreas estratégicas para lograr este objetivo, que 27 años después, siguen siendo actuales.
Nuestro movimiento Fe y Alegría ya tenía 40 años cuando la Plataforma de Beijing había definido, La educación es un derecho humano y constituye un instrumento indispensable para lograr los objetivos de la igualdad, el desarrollo y la paz . Desde la misma fundación de Fe y Alegría, las mujeres de diferentes edades y orígenes sociales, fueron protagonistas como profesoras (tres adolescentes las primeras maestras), una joven, como donante de sus zarcillos para recaudar fondos para la primera escuela y la inolvidable Patricia García de Reyes, quien junto a su esposo Abraham Reyes pusieron a la disposición su humilde casa para que funcionara la primera escuela; posteriormente se involucraron órdenes de religiosas quienes han construido una potente alianza con la Compañía de Jesús, para la administración de muchos de los centros que iban surgiendo.
La dignificación de las mujeres, entendida como el reconocimiento del mismo valor humano, ha sido un proceso que aún no concluye, en el cual se ha contado con hombres aliados que han acompañado este tránsito de ser seres de los cuales se dudó su calidad humana y sus capacidades a ser sujetos de derecho, del conocimiento, de la vida política, de la creación artística, de la vida económica, cultural y espiritual. En este sentido, las mujeres en Fe y Alegría han trabajado hombro a hombro para lograr el acceso, permanencia y promoción de las niñas, niños, adolescentes y personas adultas, a una educación de calidad, humana, inclusiva, contextualizada y sobre todo, una educación que forma a seres humanos capaces de “amar”, amarse, amar a la humanidad y todo lo que Dios ha proveído para vivir. Ese ha sido el sueño que se hace realidad cada día.
Sin embargo, sabemos que tenemos muchas dificultades en la educación formal, sobre todo porque son los estados los encargados del diseño curricular en cada país y cada currículo explícito, tiene un currículo oculto de género, que sigue colocando a las mujeres de todas las edades como seres de segunda categoría; lograr transformar ese currículo oculto de género, requiere un trabajo intencionado, direccionado y sistemático, un trabajo desde el aula escolar hacia toda la comunidad educativa y hacia las instituciones encargadas de rectorar la educación. No es un trabajo sencillo, requiere construir nuevas epistemologías, nuevas relaciones pedagógicas, nuevas miradas que incomoden la discriminación y la violencia hacia las mujeres de todas las edades. Ello demanda un profundo cambio de la conciencia y la praxis tanto en de mujeres como de hombres.
En Fe y Alegría, celebramos cada avance que nos permite aportar a esa educación transformadora que conlleva a dignificar la vida de las mujeres (en el sentido del derecho inherente a la igualdad), y ese mismo proceso, la dignidad de los hombres de todas las edades, que renuncian a sus privilegios y al ejercicio del poder de dominio. Sin embargo, tenemos que ser conscientes, que mientras existan distintas formas de violencia naturalizada y normalizada contra las mujeres, mientras el currículo oculto de género esté presente en las prácticas educativas, no podemos dar por finalizada nuestra tarea, avanzamos, pero nos hace falta profundizar y ampliar las transformaciones, hasta que el respeto a la dignidad de las mujeres de todas las edades, sea una conducta común y normal en nuestras comunidades educativas y en nuestra vida cotidiana.
MSc. Mayra Aguilar Pérez