Hasta que llegó la pandemia del covid-19 en 2020. La mayoría de estados, en Ecuador, Perú, Bolivia y otros países de la región, que quisieron trasladar las clases a las redes, se encontraron con grandes dificultades por la falta de acceso, porque las familias no contaban con suficientes ordenadores ni teléfonos inteligentes, porque no tenían señal telefónica ni de internet. Se trató entonces de volver a la radio, y se hizo, en algunos casos, con relativo éxito.
De esta experiencia quedaron tres conclusiones. Primero, la radio es el único medio que, en condiciones como las de la pandemia, puede ser útil para llegar a la selva, al páramo, al campo y demás lugares apartados mientras el acceso internet no sea totalmente socializado. Segundo, en la medida que el internet seguirá desplazando a la radio y que, por tanto, ésta tenderá a debilitarse, los estados tienen que impulsar políticas para fortalecer los sistemas radiofónicos educativos, que impliquen frecuencias y recursos para las instituciones que se dedican a ello, así como repetidoras y receptores para las comunidades empobrecidas. Y tercero, se debe permitir a las radios educativa introducir su señal, con costo subvencionado por el estado y/o las operadoras, en los combos de datos que ofrecen las compañías de internet.
La radio educativa fue un proyecto de comunidades religiosas, principalmente católicas, y de sacerdotes líderes como Andrés Salcedo, José María Vélaz y Leonidas Proaño. Con el tiempo, estas emisoras no solamente continuaron con su labor educativa, sino que acompañaron a la organización de sectores populares, como el indígena en Ecuador.
Si a nivel de medios de comunicación, internet seguirá superponiéndose a la radio, en lo que se refiere a educación a distancia, la radio todavía tiene un papel importante que desempeñar, especialmente en América Latina.