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COP-30: lo que vimos, lo que aprendimos y las tareas que nos traemos

Macarena Romero
Equipo de Acción Pública I Fe y Alegría Internacional

 


En el marco de la celebración de la trigésima Conferencia de las Partes de Cambio Climático en la ciudad de Belem, Brasil, Fe y Alegría se ha hecho presente y activa en la Cumbre a través de las jóvenes Camila Rodriguez y Beatriz de Sá, que han seguido una intensa agenda de encuentros, espacios y movilizaciones que buscan poner las demandas de la sociedad civil en la agenda de decisiones climáticas. Tras varios meses de preparación, dificultades para averiguar la agenda y los espacios disponibles y abiertos para sociedad civil, ambas han sido parte de la numerosa representación de sociedad civil que ha seguido esta cita in situ.

 

Allá se han encontrado con otros grupos, plataformas y redes juveniles y activistas climáticos, han participado de los espacios abiertos a Gobiernos y sociedad civil, y han recogido ideas principales, y debates. Beatriz de Sá, acreditada en la Zona Azul como parte de las juventudes brasileñas y Camila Rodriguez, acreditada en la Zona Verde, han atendido numerosas en conversaciones sobre temas como la necesidad de generar resiliencia en las ciudades, la educación climática, las amenazas que sufren las y los defensores ambientales. En estos espacios se reafirmaba que la justicia climática no es algo del futuro, sino una urgencia del presente. Las periferias y los asentamientos informales, donde viven millones de personas, son los territorios que menos contribuyen a las emisiones globales, pero que más sufren los efectos del cambio climático.

 

Numerosos espacios resaltaron la necesidad de visibilizar a las personas que más sufren las consecuencias del cambio climático y el Movimiento Fe y Alegría puede desempeñar un interesante rol en el tiempo venidero. 

 

Destacaba en otro espacio la ministra Anielle Franco, del Ministerio de Igualdad Racial de Brasil, que, hoy en día, defender los derechos es también defender el clima y una vida digna. Su discurso inspiró al público al abordar la importancia del autocuidado para quienes se dedican a esta labor intensa y esencial.

 

“La verdadera COP sucede con la gente. En las voces de los pueblos indígenas, de las comunidades rurales, de las mujeres defensoras y de las juventudes. Allí se sentía la fuerza real del encuentro”, reflexiona Camila, destacando que esta edición estuvo marcada por un espíritu más humano y más consciente.

Educación popular y participación en red por un planeta justo y sostenible

 

La iniciativa impulsada por Fe y Alegría de Cartas a la Tierra, fueron impresas y expuestas en la Cumbre de los Pueblos para que las y los estudiantes de Fe y Alegría pudieran hacerse presentes en la cita, dando voz a las demandas y deseos de más de 90.000 niñas y niños del Movimiento. Fue esa misma Cumbre, que impulsa formalmente Fe y Alegría, la encargada de dinamizar la gran movilización ciudadana por el Clima que tuvo lugar el sábado 15 de noviembre y en la que las jóvenes y un grupo de Fe y Alegría Brasil también participaron.

 

Por su parte, Beatriz pudo participar en el Foro de Infancia y Juventud que se celebró en la Zona Azul, un diálogo para visibilizar las demandas de las nuevas generaciones y recoger propuestas para fortalecer políticas públicas educativas vinculadas a la acción climática. Señalaron que la educación climática no debe reducirse a celebraciones como el Día de la Tierra o el Día del Agua, ni a actividades aisladas. Debe tener el mismo peso y hasta más, que materias tradicionales como historia, matemáticas o ciencias. Las juventudes reclamaron procesos educativos continuos, que integren prácticas reales en el territorio, desde la siembra hasta la gestión comunitaria. El encuentro sirvió como un acto de afirmación, esperanza y exigencia colectiva, donde las jóvenes se vieron en persona por primera vez con las participantes de la Red Asiática RAOEN, con quienes habían construido las demandas políticas orientadas a los Estados para esta cita.

 

Adicionalmente, Camila y Beatriz participaron de la mesa redonda “Educación Popular y Comunitaria en la Amazonía: Territorios Sostenibles, Incidencia Política y Soberanía Alimentaria en las Agendas Educativas y Climáticas“. Lo hicieron de la mano del Consejo de Educación Popular de América Latina y el Caribe (CEAAL) y la Campaña Latinoamericana por el Derecho a la Educación (CLADE), reforzando la importancia de la educación en estos espacios y la participación de la juventud en los procesos de toma de decisiones, algo que aún no se da como debería: es fundamental que se nos reconozca como sujetos políticos y no solo como oyentes.

“La juventud latinoamericana debe seguir ocupando estos espacios. Traemos la perspectiva de la vida real: del territorio, de la educación transformadora, de la defensa de la naturaleza. Cuando una joven llega a la COP, abre camino para muchas otras”, afirma Beatriz.

 

La juventud ha demostrado que tiene la voluntad de participar y la capacidad de asistir pero las dificultades también confirman los retos de hacer este espacio y esta conversación más inclusiva. Sabremos si la COP-30 será la cita del punto de inflexión a medida que conozcamos los compromisos nacionales que cada Gobierno trae de vuelta de Brasil.  En un contexto internacional de crisis múltiple, en el que el multilateralismo está en riesgo y los impactos de la crisis climática son cada vez más devastadores, necesitamos compromisos que sean cumplidos por los principales responsables, para procesos en los que las voces y demandas de las grandes mayorías sean escuchadas. 

 

Se esgrimen varias preguntas que tenemos que hacernos de cara al futuro,  cómo las personas, jóvenes y no tan jóvenes, que impulsamos el Movimiento, seguimos, nos posicionamos sobre esta agenda: ¿Se nos ha escuchado de alguna manera? ¿Cómo continuamos, qué puertas debemos tocar y traer a debate? ¿Cómo dialogamos y proponemos, confrontamos, pedimos rendición de cuentas sobre los compromisos que afectan y (si) mejoran la realidad que viven las personas, las comunidades? 

 

La COP-30 deja claro que la participación juvenil sigue siendo un laberinto complejo, pero también confirma que sus voces son imprescindibles. En un mundo donde el multilateralismo se debilita y la crisis climática se intensifica, la fuerza moral y política de las juventudes es una de las luces más sólidas.

 

Fe y Alegría vuelve de Belém con una certeza: la justicia climática sólo será posible si quienes más sufren la crisis —infancias, mujeres, comunidades indígenas, periferias urbanas— participan activamente en las decisiones. Y para ello, la educación popular es clave.

 

“Seguiremos con coraje y colectividad, comprometidas con el mundo que queremos construir”, concluye Beatriz.

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