70 años de Fe y Alegría: una buena noticia para el mundo
70 años de Fe y Alegría: una buena noticia para el mundo

Daniel Villanueva, SJ
Coordinador General Fe y Alegría Internacional
El 5 de marzo de 1955, en un barrio popular de Caracas, se abrieron las puertas de la primera escuela Fe y Alegría. El gesto fundacional no fue una firma solemne ni la inauguración de un edificio, sino el inicio de las clases. Allí empezó un movimiento educativo que, setenta años después, sigue vivo y sumando proyectos de educación popular en cada vez más territorios.
Fe y Alegría nació de la indignación ante la exclusión educativa y de la convicción de que la educación podía ser el motor de una vida digna. El Padre José María Vélaz, junto a estudiantes universitarios voluntarios, escuchó el clamor de los barrios, y gracias a la generosidad de Patricia y Abraham Reyes, se puso en marcha la primera escuela “pensada para el pueblo.” Desde el inicio, tres intuiciones marcaron nuestra identidad: la opción por una educación que transforma vidas y comunidades; la fuerza de la solidaridad de las familias y barrios que sostienen este proyecto; y la certeza de que los sueños necesitan recursos y alianzas, especialmente de los gobiernos, principales garantes del derecho a la educación.
Setenta años después, seguimos siendo herederos de esa visión. Hoy, Fe y Alegría es un movimiento internacional presente en 22 países federados y con experiencias educativas en otros 8 países, en América Latina, el Caribe, África, Europa y Asia. Somos una red multicultural de comunidades educativas diversas que demuestra que es posible construir juntos desde la descentralización, la participación y el discernimiento compartido. Creemos que la educación es un bien público y un derecho humano, y por eso trabajamos de la mano con familias, comunidades, gobiernos y sociedad civil.
Nuestra misión es clara: ofrecer una educación popular de calidad, integral y transformadora, especialmente allí donde termina el asfalto, donde viven los más pobres y excluidos. Una educación que no solo transmite conocimientos, sino que forma personas críticas, solidarias, capaces de soñar y de comprometerse con la justicia social. Una educación profundamente humana y espiritual, que reconoce la dignidad de cada persona y abre horizontes de fraternidad y esperanza.
Celebrar estos 70 años es reconocer que Fe y Alegría no es solo una institución, sino un movimiento. Hemos crecido gracias a la fuerza de las comunidades, al compromiso de miles de educadores y educadoras populares —la mayoría mujeres— que sostienen este sueño en contextos frágiles y desafiantes, y al apoyo de congregaciones religiosas, la Compañía de Jesús, los gobiernos nacionales y tantas organizaciones amigas que han confiado en este proyecto. Juntos hemos demostrado que la transformación sólo acontece cuando es compartida.
Pero este aniversario no es solo memoria: también es una llamada al futuro. Hoy la exclusión educativa tiene rostros nuevos: la primera infancia desatendida, los pueblos originarios que luchan por mantener su cultura, las personas con discapacidad, las juventudes sin oportunidades, los migrantes y desplazados forzosos, las comunidades golpeadas por la crisis climática o por la erosión democrática. Estas son nuestras nuevas fronteras, y hacia ellas queremos seguir caminando con creatividad y audacia, como nos enseñó el Padre Vélaz.
En un mundo marcado por la desigualdad y la incertidumbre, Fe y Alegría quiere seguir siendo una buena noticia: una profecía viva que muestra que es posible organizarse, soñar juntos y transformar la realidad. Setenta años después, seguimos creyendo que la educación cambia personas que transforman sociedades.
Esa es nuestra esperanza en acción, y la causa común que nos impulsa a seguir educando corazones.
