Por primera vez, Fe y Alegría abrió un espacio común de diálogo entre juventudes sordas y oyentes de varios países, un hito que marca el inicio de encuentros inclusivos donde todas las voces cuentan. Este paso fortalece el liderazgo juvenil diverso, derriba barreras de comunicación y reafirma que la inclusión no es un discurso, sino una práctica transformadora.