Resiliencia y adaptación
Resiliencia y adaptación
Elías Andrés Cornejo Rodríguez
Coordinador Servicio a Migrantes I Fe y Alegría Panamá
El 23 de julio de 2025 Fe y Alegría Panamá cumplirá 60 años de existencia, de lucha, de esfuerzos, de resiliencia, de avanzar y retroceder pero no nunca estar quietos. Hoy queremos contarles como nos sentimos llegando a la tercera edad.
Nacimos de la Fe de Vélaz, de los pobres y de los colaboradores.
Fe y Alegría, nace de la experiencia de fe del padre Vela, pero también de la de los pobres. Fe en Dios y en los seres humanos de que podemos construir desde la solidaridad un modelo de evangelización-educación transformadora. No se entiende Fe y Alegría sin la interacción histórica entre quienes estructuralmente trabajan en la institución y la comunidad. Esa eucaristía se historiza en un lugar concreto: el lugar del pobre. Esto está impregnado en el ADN fundacional.
Nacimos como Alegría esperanzada y transformadora.
Como en todos lados, en Panamá nacimos como un movimiento de alegría esperanzada. Porque la alegría es nacida del encuentro de las voluntades de seres humanos convencidos de que podemos cambiar la historia, que aprendemos a aprehender con los pobres y excluidos. La fe no es ilusión si no la chispa que enciende el fuego, pero la alegría es el viento que aviva esa llama. Es una alegría que nace de la esperanza de que otro mundo es posible, pero sobre todo necesario.
Nacimos en las periferias.
La institución en Panamá es la tercera fundación de Fe y Alegría más antigua, pues inició en el año 1965. Desde esa fecha hasta hoy han pasado 60 años en los cuales el derrotero de la institución ha tenido sus más y sus menos. Surgida en un país joven y en construcción de su identidad nacional, en plena ebullición de lucha social por la recuperación de su soberanía territorial frente a la entonces llamada “Panama Canal Zone” norteamericana, nutrida por el éxito de la revolución cubana o los movimientos revolucionarios de aquellos años. Eran también tiempos de cambio en la Iglesia: el Vaticano II, las nuevas corrientes teológicas y sobre todo la impronta evangélica del compromiso con los más pobres, “las masas” populares que se arremolinaban, como decía al inicio de “Los Olvidados” el cineasta Luis Buñuel, “escondidos tras los edificios con sus cargas de niños malnutridos, sin higiene, sin escuelas…”.
“En este barrio pobre debemos empezar”, habría dicho el Padre Vela fundador de Fe y Alegría. Y “este barrio” pobre era Curundú, “la frontera” con la antigua Zona del Canal. Alrededor de diez mil (10000) personas se arremolinaban en uno de los hasta hoy más pobres, violentos y excluidos barrios de Panamá. He aquí el primer elemento del ADN de Fe y Alegría Panamá y que comparte con sus hermanas expandidas por cerca de 22 países federados: NACIMOS EN LA PERIFERIA para EDUCAR A LOS POBRES, A LOS EXCLUIDOS. Esta característica marcaría los primeros cuatro años de presencia de la institución en Panamá, en este período se dan las expansiones a “El Ingenio” en los bordes de las afueras de la ciudad y en una de las provincias con mayores índices de pobreza y baja escolaridad: Bocas del Toro.
Nacimos como informalidad formalizada.
Panamá comparte las desigualdades de nuestros pueblos de América Latina, con sus propias características. El analfabetismo era del 25% y la oferta educativa era parcialmente cubierta de buena manera por el Estado. Así a partir de 1969 se empieza a desarrollar una visión más informal, más popular, pero no por ello no pensada, no formalizada en proyectos vinculados a la transformación social.
Nacimos hijos de los contextos históricos y eclesiales que se nutrían de las ideas políticas y teológicas que marcaban las realidades de nuestra América. La organización comunitaria, la concientización, la reflexión sociopolítica. En este ambiente en Fe y Alegría Panamá se sientan las bases para la formalización de la educación no formal, como el teatro o los cursillos comunitarios y cooperativos creando las bases de lo que posteriormente sería CEASPA (Centro de Estudios y Acción Social de Panamá).
Nacimos como proceso transformado y transformador.
La realidad obligó a pensar más allá de las aulas casi desde el inicio. Las condiciones sociohistóricas obligaron a ello: el golpe de 1968, la muerte del Padre Héctor Gallegos, la lucha por la recuperación del Canal, la explotación minera, el olvido de las poblaciones indígenas. Fiel al sentido de movimiento en constante cambio para responder a una historia marcada por las desigualdades en un país de abundancia. Fe y Alegría Panamá estuvo inmersa en la historia del movimiento social y del estudio de la realidad haciéndose presente a lo largo del territorio del país.
Nacimos comprometidos desde nuestra fe con la historia de este pueblo.
Esta afirmación surge de la convicción de formar a la persona para el cambio social. Un cambio marcado por el acompañamiento a los hombres y mujeres capaces de hacerse agentes de cambio desde sus realidades e historias, posibilitados para la reflexión y la acción libre, servidora, apasionada por la justicia que la fe exige. Hombres y mujeres capaces de desarrollar un proceso integral, sostenible, con enfoque de género, solidaria, democrática, participativa, ecológica que sean expresión de una casa de todos y todas, signo profético y de los tiempos, inculturados y esperanzados.
Nacimos abiertos al espíritu y la historia.
Lejos de entender los procesos diversos que ha llevado Fe y Alegría, en constante conversión frente a las propias fragilidades, pero empoderada en sus posibilidades de respuesta a las exigencias de los empobrecidos y descartados. Tratando de responder a la responsabilidad de educar para la vida garantizando la sustentabilidad de la vida y que la acción formativa empodere al educando en su dignidad y el compromiso por hacer de este mundo uno que sea de todas y todos justo, equitativo y liberador.
Nacimos políticamente comprometidos con los descartados, los invisibles, los nadie.
Ayer eran pobres urbanos, campesinos, indígenas, hoy agregamos a las personas en movilidad humana forzada o decidida. Ese compromiso no es algo temporal o fortuito. Es parte integral de lo que hemos sido, lo que somos y lo que vamos a ser. Sin esa convicción comprometida terminaríamos siendo una ONG cualquiera, haciendo lo mismo que otros respondiendo en acciones puntuales y no apuntando a cambiar las estructuras excluyentes y opresoras. Pero ello, lo repetimos, no se hace solo. El compromiso político solo es posible en las alianzas que desarrollamos con las comunidades.
Nacimos como evangelio en un mundo lleno de malas noticias.
Esta es la esencia fundamental de nuestro ser. En un mundo lleno de malas noticias, la acción educativa de Fe y Alegría debe ser evangelio en movimiento. Es misión apostólica que forme hombres y mujeres capaces de asumir no solo los retos laborales de este mundo, sino la responsabilidad histórica de hacer un mundo justo, solidario, equitativo, multicultural, recreando y posibilitando la esperanza liberadora.
Nacimos como emprendimiento para educar y servir.
Nuestra historia está marcada por ello desde la fundación. La educación no termina en un aula ni está remitida al simple hecho de una clase o de un taller. Si algo nos mostró la pandemia que vivimos es que muchos migrantes se animaron y buscaron modos de producir frente a la difícil situación que se vivía. Uno no pudieron continuar por falta de apoyos constantes u oportunos que les permitieran fortalecer sus esfuerzos otros han seguido adelante.
La historia de Fe y Alegría fue y debe seguir siendo un emprendimiento educativo siempre renovado y que como invitó el Papa Francisco a los provinciales jesuitas de América Latina hace algunos años, promueva un camino educativo de integración personal y social en donde “el lenguaje armónico de la mente, el corazón y las manos convoque al trabajo armónico entre familia-escuela-gobierno”. Traducido a nuestra realidad de Fe y Alegría-Panamá es apostar por visibilizar, en medio de la crisis, la esperanza que nace del compromiso y la generosidad de los excluidos, de nuestra gente. Panamá actualmente no tiene “escuelas o colegios” de Fe y Alegría, pero la educación que promueve sobrepasa el cemento de los muros y el asfalto de las calles, y parafraseando a San Ignacio de Loyola, por ello buscamos “EN TODO AMAR Y EDUCAR”.