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Somos una comunidad que ora, discierne y sirve con esperanza

Fe y Alegría Internacional
 


Las vigilias, retiros y encuentros de las congregaciones religiosas fueron momentos de mirar al Movimiento con profundidad, de reconocernos en nuestra diversidad y de renovar la convicción de que la educación popular nace de un corazón que ora, discierne y se entrega con generosidad.

 

En el año de nuestro 70 aniversario, Fe y Alegría vivió un tiempo especialmente fecundo para volver a la fuente, escuchar al Espíritu y renovar, juntos, la misión que nos sostiene. Se destacan las vigilias internacionales, los retiros espirituales, y los encuentros de congregaciones religiosas que formaron una misma corriente espiritual: un Movimiento que se sabe comunidad, que se reconoce en su diversidad y que elige, una y otra vez, caminar desde la fe, el discernimiento y el servicio.

 

Como suele recordar Dani Villanueva SJ, “Fe y Alegría es, antes que nada, un corazón encendido”. A lo largo del año, ese corazón latió al mismo ritmo en 22 países, conectando voces, rostros, esperanzas y búsquedas que dieron al Movimiento un tono de profunda comunión.

Vigilias que encienden la esperanza

 

Las vigilias de Pentecostés y Adviento marcaron momentos claves de encuentro global. En Pentecostés, celebramos la diversidad de dones y culturas que enriquecen a Fe y Alegría. Desde África hasta América Latina, desde Europa hasta el Caribe, miles de personas se unieron en un mismo espíritu de gratitud y de sentirse enviados. Fue una celebración en la que resonó la convicción de que la misión se hace en plural y de que el Espíritu sigue soplando en nuestras periferias.

 

La Vigilia de Adviento, con su lema “Un corazón que espera”, nos invitó a encender la llama de la esperanza en medio de un mundo herido. A través de testimonios, lecturas, silencios y cantos compartidos, recordamos que esperar no es quedarse quietos, sino seguir construyendo comunidad, justicia y ternura en cada escuela, radio, centro comunitario o territorio donde acompañamos.

 

Ambas vigilias fueron un recordatorio poderoso: nos une la certeza de que la fe y la esperanza son un acto político y espiritual a la vez.

Retiros que nos devuelven al centro

 

Este año también estuvo marcado por espacios de “parar y respirar” como Movimiento. El retiro presencial de directores nacionales, vivido en un clima de cercanía, escucha y discernimiento, permitió reencontrarnos con lo esencial: la misión compartida, la confianza mutua y la llamada a seguir siendo un Movimiento que acompaña, abraza y transforma. Fue un espacio para mirarnos a los ojos, agradecer el camino recorrido y renovar el compromiso con una educación popular que nace desde la espiritualidad ignaciana y el servicio a los más vulnerables.

 

A la vez, el retiro virtual de la Red de Identidad y Espiritualidad, con la participación de 14 países, creó un espacio íntimo y profundo desde la distancia. A través de reflexiones, textos, imágenes y oraciones compartidas, nos reconocimos como una familia internacional que se sostiene mutuamente, incluso en medio de los desafíos de cada contexto.

 

Estos retiros recordaron algo esencial para nuestra misión: sin espiritualidad no hay horizonte, sin identidad no hay camino compartido.

Congregaciones religiosas: raíces que sostienen y proyectan

 

El encuentro de congregaciones religiosas puso en valor una dimensión fundamental del Movimiento: la riqueza de carismas que conviven y colaboran en Fe y Alegría. Religiosas, religiosos, laicas y laicos se reunieron para reflexionar sobre el rol de los carismas fundacionales, compartir desafíos comunes y reafirmar el espíritu de colaboración que mantiene viva la misión.

 

Estos espacios hicieron visible  que Fe y Alegría es una suma de historias espirituales que se entrelazan para sostener un mismo sueño. Reconocer esas raíces nos permitió proyectarnos mejor hacia el futuro.

Estos espacios nos recordaron quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde queremos caminar. Y reafirmaron, una vez más, que educar con Fe y Alegría es educar desde la fe, desde la esperanza, y desde la convicción profunda de que otro mundo es posible cuando lo construimos en comunidad.

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