Gracias, Francisco: la huella del Papa en el corazón de Fe y Alegría
Gracias, Francisco: la huella del Papa en el corazón de Fe y Alegría
Fe y Alegría Internacional
La muerte del Papa Francisco ha conmovido profundamente a toda la Iglesia, y dentro de ella, especialmente al movimiento de Fe y Alegría, una obra que él conocía, quería y acompañó con su característica ternura y visión profética. A lo largo de su pontificado, el Papa Francisco se encontró en cuatro ocasiones con parte de nuestros equipos directivos. El encuentro más memorable, quizá, fue en 2019, cuando recibió en audiencia privada a la Junta Directiva de la Federación Internacional. Allí nos dejó preciosas intuiciones que, aún hoy, seguimos abrazando como horizonte e inspiración: “El futuro de Fe y Alegría está en su mística de la inclusión y en la fuerza de sus juventudes”.
Francisco conocía nuestra historia y nuestra misión. En ese mismo encuentro nos pidió con claridad que no nos convirtiéramos en una estructura más, ni en un aparato burocrático dentro de la Iglesia, sino que fuéramos un movimiento fiel a sus raíces, capaz de leer los signos de los tiempos, de caminar con los descartados y de encender esperanza donde la vida parecía apagarse. Nos animó a confiar en los jóvenes, en su fuerza creativa, en su capacidad de provocar y renovar: “Si quieren ver el futuro de Fe y Alegría, escuchen a sus jóvenes.” Nos recordó que la mística no se impone, sino que se cultiva en la calle, en la escuela, en el servicio cotidiano a los más pobres.
Desde entonces, muchos lo sentimos como un compañero de camino. En Venezuela, por ejemplo, la comunidad de Fe y Alegría escribía estos días, profundamente agradecida, recordando cómo Francisco nos ayudó a entender que “ser pueblo no es una teoría, sino un abrazo real”. Cuando nos invitó a “oler a oveja”, comprendimos —dicen— que la educación, la pastoral y la gestión sólo cobran sentido si respiran el aire de la calle y el sudor de los niños que aprenden en contextos adversos. También recordaron cómo Laudato Si’ se convirtió en lenguaje común para comunidades que hoy cultivan huertos, reciclan y defienden la tierra, descubriendo que educar también es sembrar árboles y proteger los ríos.
Esa misma cercanía fue resaltada por Juan Manuel Montoya SJ desde Fe y Alegría Colombia, al afirmar que el legado de Francisco se convierte “en la misión que debemos desplegar con nuestros comportamientos”, agradeciendo su humildad y su atención constante a los más necesitados.
Desde Fe y Alegría Paraguay, la hermana Nancy Raquel Fretes ODN hablaba del modo en que el Papa nos ayudó a pensar la educación como el mayor acto de amor hacia el prójimo, desafiándonos a formar personas con mente, corazón y manos, capaces de transformar el mundo con pasión. Ella recogía también uno de los aportes menos nombrados, pero más profundos, del magisterio de Francisco: la dimensión estética de la educación. Nos invitó —decía— a educar “estimulando el corazón para captar la belleza de la creación, las personas, la realidad y los símbolos”, convencido de que “solo así forjaremos poetas capaces de descubrir la belleza escondida, incluso donde parece que no existe una vida bonita”.
Desde Fe y Alegría Uruguay, Florencia Sienra evocaba con afecto esa imagen del Papa con el mate en la mano, un pastor de zapatos sencillos que “pisaron el barro y no se cambiaron al ser nombrado sucesor de Pedro”. Valoraba su convicción de que “la educación de calidad para todos es una base necesaria para proteger nuestra casa común y fomentar la fraternidad humana”, y cómo confió en los jóvenes al pedirles que “hagan lío, pero organícenlo bien, un lío que dé esperanza”.
Alexandre Souza SJ, desde Fe y Alegría Brasil, destacaba cómo el Papa nos provocó a trabajar juntos, a ser sinodales, peregrinos de esperanza, a valorar la diversidad y a construir juntos un mundo más justo. Y en Fe y Alegría El Salvador, Alejandro Calderón hablaba de un referente inquebrantable para quienes creemos en la transformación social a través de la educación: un Papa que nos animó a tejer redes de inclusión, a seguir creyendo que educar es un derecho que abre caminos de libertad.
Desde Argentina, Fernando Anderlic insistía en el pedido que marcó a fuego el papado de Francisco: “no te olvides de los pobres”. Esa opción radical estructuró su vida y su misión. Y desde Fe y Alegría —decía— nuestra respuesta ha sido brindar más y mejor educación a los excluidos, ayudándolos a ser protagonistas de su transformación.
En la misma línea, Martín Iriberri SJ, director general de Entreculturas–Fe y Alegría España, remarcaba que “en su testimonio, sus gestos, sus viajes a zonas de conflicto y sus escritos, Francisco dejó claro que no se olvidó de los pobres. Encarnó como ningún otro la preferencia apostólica de la Compañía de Jesús de caminar junto a los descartados en una misión de justicia y reconciliación. Su primer viaje fuera de Roma fue a Lampedusa, para honrar la vida de los migrantes ahogados. Su primera Semana Santa la celebró en una cárcel. En Evangelii Gaudium, denunció una economía que excluye. En Laudato Si’, advirtió que la crisis ambiental es también social. En Fratelli Tutti, propuso la fraternidad como antídoto frente al paradigma de la violencia. No hubo gesto ni palabra que no recordara que el mundo solo se entiende desde los últimos”. En palabras de Paco Iznardo, desde Fe y Alegría Guatemala: “Con el Papa Francisco, la misericordia y la ternura de Dios invadió a la Iglesia y al mundo”.
El Papa Francisco insistió claramente que “en Fe y Alegría no hay inútiles, todo se incluye”, reafirmando con sencillez y fuerza una de las convicciones más profundas del movimiento: todas las personas tienen un lugar, todos cuentan, nadie sobra. Su frase es mucho más que un elogio es una orientación, una reafirmación del núcleo inclusivo de nuestra pedagogía y espiritualidad popular.
Sus palabras —“todo se incluye”— no son solo un principio ético, sino una postura radical frente a un mundo que descarta, que etiqueta y que margina. Francisco nos animó a seguir siendo una comunidad educativa donde cada rostro tiene valor, donde la diferencia no es amenaza sino riqueza, y donde la misión educativa nunca excluye, sino que abraza las vidas tal como llegan, para transformarlas desde la dignidad y la esperanza.
Ese mensaje universal de inclusión resonó también profundamente en África. El padre Tahina Jean Guy SJ, director de Fe y Alegría Madagascar, compartía tras su muerte: “El Papa Francisco fue siempre una voz para los más pobres y vulnerables, en especial los jóvenes que enfrentan inmensos desafíos. Recuerdo especialmente sus palabras, simples pero poderosas: ‘Nadie puede decir: no te necesito’. Ese mensaje me marcó profundamente. Nos recuerda que cada ser humano tiene su lugar y su dignidad”. Y añadía: “Hoy compartimos la vida, las luchas y la esperanza de esas comunidades olvidadas, y creemos, como él, que ningún ser humano sobra”.
“El Papa Francisco, por su testimonio y liderazgo, ha sido el peregrino de la esperanza que la Iglesia y el mundo necesitaban para estos tiempos recios.” decía Ernesto Cavassa, S.J., desde Fe y Alegría Perú, “lo extrañaremos. Todos nos hemos enriquecido con su estilo de seguir a Jesús hoy”.
El mismo día de su partida, la Federación Internacional de Fe y Alegría expresó su gratitud con una voz unánime. Daniel Villanueva, SJ, nuestro Coordinador General, escribía: “Francisco nos enseñó a soñar y a caminar hacia una Iglesia profundamente viva, en salida y sinodal, servidora de los descartados, defensora del derecho a la educación, tejedora de una cultura del encuentro y capaz de dar sentido y unidad a la gran diversidad humana. Su magisterio, su cercanía con las periferias y su defensa de la dignidad de cada persona han dejado una huella profunda en Fe y Alegría”.
Y así lo entendimos en Fe y Alegría. Desde nuestras aulas en los barrios, en las villas, en las aldeas, entre migrantes, niños excluidos, madres luchadoras, pueblos originarios o jóvenes con sed de justicia, sentimos que Francisco hablaba por nosotros. Que nos entendía. Que nos representaba. Que nos animaba a seguir.
Hoy, desde cada rincón de Fe y Alegría, damos gracias por su vida, su palabra y su testimonio. Francisco nos ayudó a creer que otro mundo es posible si lo construimos desde abajo, desde los márgenes. Nos enseñó que educar es un acto de justicia, una forma de amar sin reservas. Nos recordó que la Iglesia sólo es fiel a Jesús si camina con los pobres.
Su ejemplo nos sigue animando a llevar con valentía la fuerza transformadora de la educación. Como escribía Fe y Alegría Venezuela: aprendimos más de sus gestos que de mil homilías.
Descansa en paz, Francisco. Gracias por tanto.