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20 enero 2022

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La migración más allá de datos y cifras

19 de enero 2022

Hablar de migración con los ojos puestos en Centroamérica tiene implicaciones distintas, en este territorio podemos ver la migración desde el aspecto teórico investigativo y analizar los perfiles de los migrantes que han cambiado desde los 80´s hasta la fecha, ahora, presentando una alta presencia de personas jóvenes y mujeres.

 

También podemos ver las migraciones desde el aspecto de los flujos y dinámicas migratorias que se viven en la región, pues, aunque el territorio solo tiene 522,762 kilómetros cuadrados, presenta un flujo SUR, desde Nicaragua como país de origen a Costa Rica y Panamá que son destino.  Por su parte, Honduras, El Salvador y Guatemala tiene un flujo norte, con destino en Estados Unidos y en México. Asimismo, podemos encontrar movimientos migratorios que van desde la migración transnacional, hasta el desplazamiento forzado interno y el retorno.  Entonces, al hablar de migración Centroamericana nos encontramos con un tema tan amplio como la capacidad de los centroamericanos de soñar con un futuro mejor.

 

En esta Centroamérica también nos encontramos con la migración de la que no se habla desde la teoría, desde la academia o, mejor dicho, de la que se habla desde la despersonalización de los sujetos de la migración, desde datos numéricos. Y bueno quizás al decir números en lugar de nombres, o rostros de la migración duele menos, pues para Centroamérica la migración es ese movimiento humano que nace en las entrañas de la desigualdad social, de la falta de vivencia de derechos humanos, de la desesperación, del miedo y del hambre.

 

Este territorio americano atravesado por crisis económicas posguerra, gobiernos dictatoriales, crimen organizado, fenómenos climáticos… una terrible violencia estructural, es el caldo de cultivo perfecto para las causas raíz de las migraciones, es el espacio donde se gesta el sueño de algunos migrantes, la utopía de muchos ciudadanos centroamericanos, el insomnio o la pesadilla de los familiares que se quedan en el país de origen. En Centroamérica, la gente está migrando para salvar la vida, ¡para tener una oportunidad! Si, una oportunidad de vivir lejos de la violencia, o de tener un empleo que permita a la familia comer, estudiar y tener satisfactores mínimos.

 

Desde fuera de Centroamérica es difícil imaginar lo que puede motivar a una madre hondureña a salir de la “seguridad de su país” para atravesar los peligrosos territorios de Guatemala y México a pie con sus hijos en brazos para llegar a Estados Unidos… desde fuera puede resultar risible o temerario que un joven de 26 años se esconda en el fuselaje de un avión y vaya de polizón exponiendo su vida para llegar a Estados Unidos… quizá a los ojos de los que viven en otras latitudes, los cientos menores de edad que salen no acompañados rumbo al norte de américa no son más que el reflejo de la falta de responsabilidad de los padres. Sin embargo, los que vivimos en este territorio sabemos que cada situación coyuntural golpea más la ya precaria economía de los centroamericanos, que en 2020 pasamos por el inicio de una pandemia que sigue desarrollándose con las falencias del sistema de salud de nuestros países y que golpea más a los que ya están caídos; que además en ese mismo año las tormentas ETA e IOTA azotaron a Centroamérica, dejando sin hogar a gran parte de la población hondureña… todo eso nos deja sin posibilidad de soñarnos viviendo en nuestra tierra.

 

Los que ven la dinámica del movimiento humano de Centroamérica desde otras latitudes, es necesario que humanicen su mirada y se pregunten ¿Qué tan desesperada debe de estar una madre para tomar la decisión de migrar en esas condiciones tan riesgosas con sus hijos en brazos, a pie, sin dinero? ¿Qué está pasando en ese país para que esa madre sea solo una parte de los miles que caminan en una caravana? ¿Qué nivel de angustia debe de tener un joven para meterse en el fuselaje del avión corriendo el riesgo de morir aplastado por el tren de aterrizaje? ¿Qué está pasando en el país para que alguien se arriesgue a morir para poder vivir?

 

Ver las migraciones más allá de los números y de los datos de la academia, es ir en nuestras mentes a esas casas de cartón, lámina y plástico e imaginar a la esposa y los hijos en la noche orando con el papá y esposo que ahora es “un migrante, un número más”. Comer con él la última cena que quizá será un café con pan o con una tortilla y sal, sentir el nudo en la garganta por la partida del ser amado, por la soledad que les embarga con solo saber que se va y la gran deuda adquirida con el coyote … y dejarlo ir a perseguir el sueño de una vida mejor para todos, sin saber si va a terminar como las víctimas de la masacre de Tamaulipas que enlutó al pueblo de Comitancillo San Marcos, en Guatemala, o las 166 personas víctimas de la reciente tragedia ocurrida en Chiapas el pasado 9 de diciembre. Tras haber celebrado el pasado 10 de diciembre el día de los derechos humanos, y conmemorar el día internacional de los migrantes… seamos conscientes que los muertos y heridos en la tragedia de Chiapas no son más que el grito de Centroamérica diciendo que en materia de derechos humanos no hay nada que celebrar.

 

Ahora bien, que se puede hacer, pues en este momento cercano a la navidad, recordar el texto de la biblia Mateo 25 versículos 31:46, si no son creyentes, recordar que ser humanos es maravilloso y tender la mano al migrante, verle con ojos de compasión y amor, darle un vaso de agua, vivir la cultura de hospitalidad nos hace humanos.

 

Por Blanca Elizabeth Gutiérrez Flores – FyA Guatemala para Magis Americas

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