Representantes de Fe y Alegría participaron en el 8º Coloquio Budista-Cristiano
Representantes de Fe y Alegría participaron en el 8º Coloquio Budista-Cristiano
Pilar López-Dafonte
Equipo internacionalización en Asia I Fe y Alegría Internacional
La vida comienza con una letra en la palma de la mano, dice un proverbio nepalí. Esa imagen, frágil y poderosa a la vez, encapsula el mensaje de que el primer paso para entender el mundo, es comprender al otro.
En una sociedad cada vez más polarizada, donde las religiones a menudo actúan como muros en lugar de puentes, el 8º Coloquio interreligioso entre budistas y cristianos, organizado por el Vaticano y celebrado el pasado mayo en Camboya, surge como un signo de esperanza.
Bajo el lema Trabajando juntos por la paz a través de la reconciliación y la resiliencia, más de 100 personas —budistas de distintas corrientes, católicos y musulmanes— de más de 15 países, principalmente asiáticos, nos encontramos en Phnom Penh para explorar y reflexionar, sobre cómo la resiliencia y la reconciliación, pueden ser instrumentos poderosos para construir la paz.
Durante los cuatro días de intensa reflexión, compartimos experiencias y pensamientos que revelan, cómo las tradiciones del budismo y el cristianismo, desde sus raíces más profundas, pueden alimentarse mutuamente en un espíritu de respeto y fraternidad.
Uno de los aspectos más enriquecedores fue explorar la forma en que estas tradiciones pueden complementarse en el diálogo. En particular, se profundizó en el concepto budista de Brahma-vihāra que hace referencia a los cuatro estados de la mente que fomentan la paz interior y la compasión: mettā (bondad amorosa), karuna (compasión), mudita (alegría) y upekkha (ecuanimidad).
Estos valores, universales en su esencia, pueden ser puentes para un diálogo profundo con los valores cristianos —como la caridad, la misericordia, la alegría en la verdad y la paz interior— fortaleciendo así, un intercambio sincero y de encuentro.
Esta conexión entre conceptos, no solo profundiza en la comprensión de cada tradición, sino que también impulsa la colaboración activa en la promoción de valores comunes, pilares en la construcción de sociedades más justas, compasivas y resilientes frente a los desafíos actuales.
Otra enseñanza valiosa del coloquio, fue reflexionar sobre cómo entender y aceptar que la propia identidad en un contexto de diversidad, puede fortalecer los vínculos entre diferentes comunidades. Se mostró a lo largo de las jornadas como la interculturalidad y el diálogo interreligioso emergen, como caminos para afirmar esa identidad sin imposiciones ni exclusiones, sino a través del reconocimiento mutuo.
Asimismo, en este proceso de construcción de paz y entendimiento mutuo, movimientos como Fe y Alegría desempeñan un papel fundamental. Como red de educación popular, Fe y Alegría trabaja incansablemente en comunidades vulnerables, promoviendo una educación basada en la dignidad, la justicia social y especialmente, en las Fe y Alegrías que están naciendo en Asia, en el diálogo interreligioso.
En esta línea, el representante del proceso para Fe y Alegría en Camboya, Mark López sj, afirmó: “Esta expresión ilumina el sentido profundo del trabajo educativo que realiza el Movimiento en contextos de diversidad religiosa: no se trata de promover una fe específica, sino de actuar desde convicciones compartidas por distintas tradiciones espirituales, que afirman la dignidad sagrada de cada persona, la necesidad de cuidar con esmero su desarrollo y el compromiso humilde de formar corazones y mentes para el mundo que soñamos”
El evento concluyó con una declaración final en la que budistas y cristianos, juntos, reafirmaron los siguientes puntos:
La reconciliación no implica borrar la memoria, sino un proceso valiente de decir la verdad, sanar heridas y restablecer relaciones.
La resiliencia se alimenta de la fuerza interior, arraigada en la fe y sostenida por comunidades que defienden la dignidad de todas las personas.
La construcción de la paz requiere abordar las causas profundas de los conflictos: pobreza, degradación del medio ambiente, injusticia social y negación de los derechos humanos.
Nuestras tradiciones religiosas ofrecen recursos éticos y espirituales profundos para afrontar los retos actuales con compasión, valentía y esperanza.
Reconocemos, finalmente, que la educación juega un papel central para la formación de las nuevas generaciones en valores como la no violencia, el diálogo y la cooperación interreligiosa.
En definitiva, este coloquio nos deja una profunda enseñanza: la paz no es solo la ausencia de conflicto, sino un compromiso activo y diario con la reconciliación, la empatía y la transformación interior que pueden sanar heridas profundas.
En un mundo donde en sociedades como Gaza, Ucrania, Myanmar o Haití, que se enfrentan a situaciones cotidianas de violencia, pobreza y destrucción, estas reflexiones cobran aún más sentido y urgencia. Son lugares donde el sufrimiento y la desesperanza parecen dominantes, pero también lugares donde la esperanza y la resiliencia, alimentadas por la fe, la solidaridad y la educación, pueden abrir caminos hacia la justicia y la paz duradera.
Es por ello que la presencia de Fe y Alegría en este coloquio trascendió la mera participación. Fue un testimonio de cómo la educación popular —arraigada en los márgenes— se puede convertir en lenguaje común entre religiones, en puente para comunidades fracturadas, y en faro de resiliencia para países que, como Camboya, marcada por un trauma histórico, se esfuerzan en sanar sus heridas.
Porque la verdadera paz, comienza en cada corazón que decide transformar su dolor en acción, en cada comunidad que elige el diálogo en lugar de la división, y en cada pueblo que se atreve a reconstruir desde el amor y la justicia.