Fe y Alegría impulsa una red latinoamericana de formación docente en igualdad
Fe y Alegría impulsa una red latinoamericana de formación docente en igualdad
Jesús Castellón
Equipo de Género I Fe y Alegría Internacional
Fe y Alegría avanza en su compromiso con una educación transformadora a través del curso “Género en Educación V: Acciones en Igualdad para Transformar el Mundo”, una experiencia formativa que reúne a educadores y educadoras de diez países de América Latina y el Caribe. Impulsada por la Escuela Virtual y el equipo de Género de la Federación Internacional, esta iniciativa busca fortalecer las capacidades docentes desde un enfoque de género que atraviese lo pedagógico, lo ético y lo político, reconociendo que no hay justicia educativa posible sin equidad entre mujeres, hombres y diversidades.
Inspirado en el pensamiento del Padre José María Vélaz, quien afirmaba que “el problema de la educación no es técnico, es humano”, el curso propone herramientas concretas para repensar las prácticas escolares desde una mirada crítica sobre las desigualdades estructurales que se viven cotidianamente en el aula. Escuchar a Danilo desde la costa Caribe de Nicaragua, a Olga Mamani desde Ilo, Perú, a Silvia Alejandra desde Argentina, o a Carlos Alcalá desde Puerto Ordaz, Venezuela, permite dimensionar cómo, desde realidades distintas, se comparten desafíos profundos: la necesidad de desmontar estereotipos, prevenir violencias y construir vínculos educativos más humanos, diversos y justos.
Una de las claves del proceso es comprender que el género no es una esencia ni un rol biológico, sino una construcción social y cultural que organiza emociones, cuerpos y relaciones desde la infancia. Esto se expresa en los modos en que se distribuyen los espacios escolares, en las expectativas puestas sobre niñas y niños, en la forma de resolver conflictos o de reconocer liderazgos. Reconocer estas dinámicas y su impacto permite a las y los docentes actuar con mayor consciencia, generando entornos que no reproduzcan desigualdades, sino que ofrezcan nuevas posibilidades de convivencia.
Asimismo, el curso propone repensar cómo ciertas formas hegemónicas de ser hombre o mujer pueden ser fuente de violencia, tanto para quienes las ejercen como para quienes las padecen. Desde las microagresiones hasta el control emocional impuesto por los mandatos del machismo, lo que sucede en el aula refleja lo que sucede en la sociedad. Por eso, se promueve una pedagogía del diálogo, la empatía y la corresponsabilidad, que no culpabiliza, sino que transforma.
Otro eje central del curso es el cuidado, históricamente relegado al ámbito femenino o privado, que aquí se posiciona como una dimensión política y pedagógica esencial. Se parte del derecho universal a cuidar y ser cuidados, y de la necesidad de reconocer, valorar y redistribuir estas tareas en el hogar, la escuela y la comunidad. En este sentido, se invita a las y los docentes a revisar su historia emocional, sus vínculos y el impacto que la lógica patriarcal tiene sobre sus cuerpos, tiempos y afectos. Así, el bienestar emocional y el autocuidado se convierten también en parte del compromiso educativo.
La riqueza territorial del curso, que incluye participantes de Guatemala, Nicaragua, El Salvador, Venezuela, Perú, Honduras, Colombia, República Dominicana, Ecuador y Argentina, ha permitido tejer una comunidad de aprendizaje regional con impacto local. Se comparten saberes, estrategias y experiencias que permiten construir una mirada latinoamericana de la educación con perspectiva de género, donde cada docente se reconoce como agente de cambio desde su escuela y comunidad. Como recordaba el Padre Vélaz: “No se puede educar sin tener fe en las personas. Hay que confiar en su capacidad de cambio, de lucha, de esperanza”.
Formar a las y los docentes en género no es sumar un tema más al currículo, sino transformar el modo en que pensamos, sentimos, enseñamos y habitamos las instituciones. Se trata de una apuesta formativa profunda que fortalece el compromiso ético de la educación popular con la justicia, la dignidad y el derecho de todas las personas a aprender y crecer en igualdad.
En un contexto regional marcado por múltiples violencias e inequidades, esta experiencia formativa demuestra que otra educación es posible. Una educación que, al incorporar la perspectiva de género, se vuelve más humana, crítica y transformadora. Porque, como también nos enseña nuestra historia: no hay educación sin liberación. Y hoy sabemos que no hay liberación sin igualdad.