30 marzo 2022
Para celebrar un nuevo aniversario de la creación de la primera escuela de Fe y Alegría, quiero traer a nuestra memoria a esa familia que hizo algo excepcional, un acto que visto con la perspectiva que nos da la historia, toma una dimensión cada vez mayor. Ese gesto de amor y de fe en el que Abraham y Patricia dan todo lo que tienen, aquello que han construido con tanto esfuerzo y sin más recursos que sus manos, para que su comunidad pueda tener una escuela.
A partir de entonces ese amor comienza a reproducirse, se multiplica en otros barrios y en otros países y trasciende su origen católico, su lengua castellana, su impronta latinoamericana, para llegar a cientos de miles de personas alrededor del mundo.
Dar a otros tu amor para que lo cuiden, lo hagan crecer y lo multipliquen, eso hacemos las familias y cada centro educativo de Fe y Alegría es como una familia. Es ahí donde encontramos la posibilidad de transformar a las personas y a sus comunidades y transformarnos dejando que nos atraviese la experiencia de los otros, donde nos nutrimos, donde se superan límites y donde la educación cambia las historias y orienta el futuro.
Esos espacios de transformación están amenazados en demasiados lugares por la pandemia, por la guerra, por la exclusión y las desigualdades. La educación está en emergencia y eso equivale a decir que hay millones de personas, sobre todo niños, niñas, adolescentes y jóvenes a las que se les está negando un derecho fundamental que además posibilita el ejercicio de tantos otros derechos. Eso significa retroceder, volver a la época en la que Abraham y Patricia hicieron un esfuerzo mayúsculo para que sus hijos y los de sus vecinos, accedieran a la escuela que no tenían.
En este contexto global tan complejo, nos enfrentamos al desafío enorme de honrar ese gesto que nos compromete. Es necesario seguir trabajando para extender nuestra propuesta e ir un poco más lejos cada vez. Debemos asegurarnos de que en cada uno de nuestros centros educativos haya lugar para todos y todas, para recibir migrantes, para incluir a quienes por diferentes razones estén siendo excluidos, para acompañar a las familias que lo necesitan, ya sea en América Latina, en África, en Europa y en Asia, en el formato educativo que mejor se ajuste a cada contexto.
En estos días también estamos celebrando con muchas expectativas la vuelta a los encuentros federativos presenciales. En la semana del 21 al 25 de marzo se desarrolló en Bogotá la 37 a Asamblea General de Fe y Alegría de la que participaron directores y delegados nacionales de 22 países. Estas instancias también son actos significativos para nosotros, gestos seguramente menos épicos pero muy importantes para continuar creciendo en identidad, para seguir tendiendo puentes y para fortalecer nuestro movimiento de educación popular que tiene la obligación de continuar con su misión de transformación social iniciada hace 67 años.
Mercedes Portas
Fe y Alegría Uruguay